Le recuerdo en un vuelo nacional, pero no el recorrido, allá por los noventa y tantos, clase Turista en fila de tres asientos, él en ventanilla y servidor en asiento de pasillo, con uno libre en medio, por lo que prácticamente aquello, podría considerarse una conversación exclusiva.
La duración de la charla fue aproximadamente la de un trayecto de vuelo Peninsular, versando sobre la inminente incorporación de España a la moneda euro.
Eran aquellos tiempos en que el ciudadano cavilaba acerca las repercusiones que podrían tener para España, su entrada en el entonces ignorado mundo del euro.
Posiblemente mi compañero de viaje pensaría a priori, ¡vaya pelmazo! que me ha tocado al lado, pero la existencia de mutuos conocidos suavizó la conversación tornándola amistosa.
Aunque resulta difícil definir la ortodoxia en el mundo de la Economía, me fueron pareciendo razonables sus comentarios dentro del marco que se conoce como Escuela Keynesiana, de Chicago, y alguna otra, es decir: Racionalidad, Maximización de la Utilidad y Equilibrio.
He de confesar, que previamente pensaba que algunos de sus razonamientos podrían encontrarse impregnados del sector partidista del que procedía, pero no fue así. Estimo que el significado de su antigua pertenencia al Partido Comunista tuvo más de rebeldía que de autenticidad de pensamientos, ya que era la única forma de oponerse al antiguo régimen en aquellos tiempos.
En algún momento, coloquialmente, me espetó, ¡amigo mío, lo único que va a suceder con nuestra entrada en el euro, será una subida de precios en función de reajustes ineludibles, ya que pertenecer a un Club, tiene ventajas e inconvenientes ¡y así sucedió, subió el café en el Bar!
No nos hemos vuelto a encontrar desde entonces, bien, por obligaciones profesionales, u otras razones, pero he seguido algunas de sus conferencias “vía YouTube”, pero siempre guardando en la memoria aquella especie de “Lección Magistral”, impartida en una fila de avión de tres asientos, en la que durante un tiempo me sentí oyente privilegiado.
Por otro lado, tampoco creo que vayamos a contemplar en “el día de la Moción de Censura”, las formas de un político o ex, al, uso, sino que probablemente partirá del empirismo de Francis Bacon, refiriéndose al método basado en la experiencia y observación sistemática de los hechos, con los cuales procurará captar la atención pública, ofreciendo reflexiones y sensaciones, entre las que tampoco habría que descartar alguna particularidad propia de sus patrocinadores.
Nadie va a creer que el P.P. vaya a prestar su apoyo a la Moción, lo que supondría un hito de cierta unidad, lo cual es difícil en estos momentos hasta conocer los resultados de las Elecciones Generales.
Tampoco haría falta, pues el resultado se encuentra cantado.
A mi modo de ver, la celebración de la Moción residiría en que las manifestaciones de D. Ramón Tamames, puedan permitir reflexionar al electorado en un sentido u otro, convirtiéndose dicho electorado en una especie de CONSEJO DE SABIOS, que valore esta degeneración política, y disponga de la opción de actuar en consecuencia.
De todas formas, de aquí a la fecha que se fije, no faltarán los vaivenes en uno y otro sentido de acuerdo con lo que se estila en política hoy, comprobándose si su intervención mediante los argumentos del veterano profesor, junto a su experiencia, podrían convertirse en una especie de “Bálsamo mágico de Fierabrás”, de la sin par Obra Quijotesca.
Tampoco debería estigmatizarse su estado nonagenario, a mi juicio sobrante, debiéndonos ceñir en su intervención a enjuiciar su posible utilidad, sugiriendo valorar sus reflexiones, recursos y conclusiones, sobre todo aquello que ha convertido a España en un avispero velutino.
Jesús Antonio Rodríguez Morilla
Doctor en Derecho
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